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Carlota y Luis se dieron el ‘sí quiero’ en la Catedral de Santa María de Ciudadela. Un rincón histórico de la isla de Menorca que añadió un toque solemne y romántico a la ceremonia.
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Después, la fiesta se trasladó a la Finca Curniola, espectacular propiedad de amigos de la familia de Carlota.
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La cena se llevó a cabo en un olivar de la finca, donde la naturaleza se convirtió en cómplice y protagonista.
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El ambiente tranquilo y acogedor proporcionó el escenario perfecto para una noche mágica.
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La hoja de olivo se trasladó a la mesa combinada con flores en blanco y granate.
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Una paleta de color que estuvo presente desde el diseño de las invitaciones.
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La decoración, fiel al espíritu de la pareja, destacó por su sencillez y elegancia. Los olivos iluminados, las mesas alargadas con candelabros y velas bajas, crearon una atmósfera encantadora.
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Los diferentes materiales y la mezcla de texturas dejaron claro que menos es más.
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Los meseros, compuestos por dos elementos superpuestos unidos por un sello de lacre con las iniciales de la pareja, mantuvieron la coherencia con el tono de las flores y recordaban a las invitaciones.
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Para la minuta elegimos un diseño clásico en papel vegetal que agregó transparencia y ligereza a la presentación. Un detalle único y personal fueron las servilletas personalizadas utilizadas como marcasitios, bordadas una a una por la madre de Carlota. Las fotografías de Dos Mas en la Mesa reflejan a la perfección la belleza de la noche.
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Carlota, deslumbró con dos vestidos: el primero diseñado por Flor Fuertes para la ceremonia, y el segundo, una creación única de Alejandra Oria cuyo protagonista fue el lazo negro de la espalda.
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Así concluyó la boda de Carlota y Luis, una celebración que quedó grabada en cada detalle, desde la ceremonia en la catedral hasta la cena bajo los olivos, dejando huella en la mágica isla de Menorca.
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Gracias siempre por permitirnos formar parte,
Adela y Rocío.